Me escondía entre
sus pequeños lunares
como una niña entre
las piernas de su madre.

Escribí en el hielo
todos nuestros miedos
para así quemarlos
a fuego lento.

Dejé de soplar
pestañas sin lar
pues busqué mi suerte
en su despertar.

Recitaron sus pupilas
nuestro arte de besar
nuestras yemas inquietas
marcaron nuestro punto
                                        y
                                             final.

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