Enseñarte el lenguaje de los signos a oscuras





Sábanas.



Sábanas frías porque tú ya no estás.
Frío por las tres horas que hace que no te veo.

Y es que, extraño dibujarte mis palabras a besos,
recorrer tu espalda,
como si de las teclas de un piano se tratase,
leer las partituras de tus lunares,
enseñarte el lenguaje de  los signos a oscuras,
susurrarte todo aquello que nunca me atreví
y contarte todo aquello que nos queda por vivir.

No hay viaje más utópico
que el de las yemas de mis dedos
al recorrer tu cabello.
No hay viaje más intenso
que el de tu brazo que busca mi cintura cada noche.
No hay más que tú,
en todos los sentidos.

Y es que la lluvia me recuerda
a todo aquello que fuimos
y, esta vez sí puedo decirlo,
aquello que también seremos.
Esa tormenta enfurecida
que derriba las lágrimas de tus mejillas
preparada para arrasar todos y cada uno de tus llantos.

Somos aquello que nació en un concierto
aquello que observan desde la lejanía
con cierta envidia y recelo.
Somos, nosotros, simplemente.
Aquellos que se dejan ver por las calles
de Valencia, dulce testigo
de cada uno de nuestros besos.


Y ahí se rinde, a nuestros pies
pues aún no ha encontrado
besos más sinceros
de los que en nosotros presencia.

Sábanas frías
que se vuelven cálidas en tu presencia.

Sábanas.


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