Dejémonos de gilipolleces

Dejémonos de gilipolleces
y llamemos a las cosas por su nombre.
Deja de hablarme lento,
entre susurros,
deja de engatusarme que,
fuiste quien me daba oxígeno
y quien me ponía una soga al cuello.
A mi habláme alto, despacio, claro,
no me gustan ni las verdades a medias
ni las mentiras a cuartos,
que ya sabes que soy experta en aquello del desamor,
pero aprendiz en designar el nombre adecuado a las cosas.
Dejémonos de gilipolleces que,
quién te ahoga poco te quiere.

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